La Ciudad de Lago Salado, Utah | LDS Tours in Cancun

La cede mundial para los miembros pertenecientes a La Iglesia de los Santos de los Últimos Días. Un centro de cultura rico en historia, que gracias al trabajo de los habitantes se ha convertido en una de las ciudades más importantes en cuanto a industria para la economía de los Estados Unidos.

La historia de Salt Lake City comienza en el año de 1847, cuando Brighman Youg, el segundo presidente de La Iglesia de los Santos de los Últimos Días, decidió instalar su comunidad religiosa en el sur-este del Gran Lago. Es el mismo Brighman Youg, además, quien como presidente de la iglesia mormona gestiona los trámites necesarios ante El Congreso de los Estados Unidos para declarar estado al territorio que hoy conocemos como Utah.

Entre otras cosas Salt Lake City es famosa por la conservación de construcciones antiguas, como por ejemplo la casa de Brighman Youg, la Aldea Deseret, con edificios del siglo XIX, La Biblioteca de Historia Familiar y sobre todo,en el centro de la ciudad,El Templo del Salt Lake City.El mayor templo sagrado para la nuestra iglesia. Este edificio fue construido en un periodo muy corto de tiempo (40 años). Debido a la belleza y la historia que representa atrae a muchos visitantes a sus puertas, sin embargo, aunque es posible para todo el público conocer sus jardines y alrededores, solo los miembros de la iglesia tienen permitido el acceso a las instalaciones internas.

“LA ÚNICA IGLESIA VERDADERA Y VIVIENTE”
Por el élderDallin H. Oaks Del Quórum de los Doce Apóstoles

Nuestra primera responsabilidad y nuestro primer objetivo es testificar de Jesucristo a un mundo que está deseando saber de Su misión divina. En respuesta a esa gran responsabilidad, hablaré acerca de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días como “la única iglesia verdadera y viviente”. Al hacerlo, sé que iré en contra de la poderosa marea de lo que se denomina “políticamente correcto”.

La opinión que está de moda en estos tiempos es que todas las iglesias son verdaderas. A decir verdad, la idea de que todas las iglesias son iguales es la doctrina del anticristo, que se pone de manifiesto en el relato del Libro de Mormón sobre Korihor (véase Alma 30). Ese relato se dio con el fin de enseñarnos una lección esencial para nuestra época.

Una revelación dada al profeta José Smith en 1831, poco después de la organización de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, tenía que ver con aquellos a quienes se había dado “poder para establecer los cimientos de esta iglesia”. El Señor después hizo referencia a la Iglesia como “la única iglesia verdadera y viviente sobre la faz de toda la tierra, con la cual yo, el Señor, estoy bien complacido” (D. y C. 1:30).

A causa de esa declaración del Señor, nos referimos a ésta, Su Iglesia —nuestra Iglesia— como la “única iglesia verdadera”. A veces lo hacemos de un modo que ofende en gran manera a las personas que pertenecen a otras iglesias o que se adhieren a otras filosofías. Sin embargo, Dios no nos ha enseñado nada que deba hacernos sentir superiores a otras personas. Desde luego todas las iglesias y filosofías tienen algo de verdad en ellas; unas más que otras. Ciertamente Dios ama a todos Sus hijos, y ciertamente el plan de Su evangelio es para todos Sus hijos, todo de acuerdo con Su propio tiempo.

Entonces, ¿qué significa que La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días sea la única iglesia verdadera?

Hay tres características: (1) la plenitud de la doctrina, (2) el poder del sacerdocio y (3) el testimonio de Jesucristo, que explican por qué Dios ha declarado y por qué Sus siervos sostienen que ésta es “la única iglesia verdadera y viviente sobre la faz de toda la tierra”.

La plenitud de la doctrina

Cuando Jesucristo estuvo en la tierra, enseñó la plenitud de Su doctrina, la cual es el plan que nuestro Padre Celestial ha establecido para el progreso eterno de Sus hijos. Más adelante, muchas de esas verdades del Evangelio se perdieron al ser modificadas por los principios o las filosofías que en ese entonces prevalecían en el mundo donde se predicaba el cristianismo, y mediante las manipulaciones de los líderes políticos. A esa pérdida de la plenitud de la verdad la llamamos Apostasía.

Muchas denominaciones religiosas o filosofías que existen en el mundo actual cuentan, en mayor o menor medida, con verdades que Dios reveló en épocas anteriores, junto con una mezcla de las filosofías o manipulaciones de los hombres. Creemos que la mayoría de los líderes y discípulos religiosos son creyentes sinceros que aman a Dios y que lo entienden y lo sirven lo mejor que pueden. Estamos en deuda con los hombres y las mujeres que mantuvieron viva la luz de la fe y del aprendizaje a través de los siglos hasta la actualidad. Deseamos que todos los que investiguen la Iglesia y que provengan de otras iglesias o sistemas de creencias retengan todo lo bueno que posean y que vengan y vean de qué modo podemos aumentar su entendimiento de la verdad y su felicidad en la medida en que lo pongan en práctica.Dado que era mucho lo que se había perdido en la Apostasía, fue necesario que el Señor restaurara la plenitud de Su doctrina. Eso comenzó con lo que llamamos la primera visión de José Smith.

La autoridad del sacerdocio la tenían que restaurar aquellos seres resucitados que la habían poseído durante su vida mortal. Esa autoridad del sacerdocio, junto con las llaves necesarias para dirigir su funcionamiento, se encuentra en esta Iglesia y en ninguna otra.

La plenitud del evangelio de Jesucristo comienza con la certeza de que vivimos como espíritus antes de venir a esta tierra; afirma que esta vida mortal tiene un propósito; enseña que nuestra más sublime aspiración es llegar a ser como nuestros padres celestiales. Eso lo logramos al ser dignos de la condición y las relaciones celestiales glorificadas que se llaman exaltación o vida eterna, las cuales nos otorgarán el poder para perpetuar nuestras relaciones familiares por la eternidad.

La doctrina de Jesucristo, comprendida en su plenitud, es el plan por medio del cual podemos llegar a ser lo que se supone que los hijos de Dios deben llegar a ser. Ese estado inmaculado y perfecto será el resultado de una sucesión constante de convenios, ordenanzas y acciones; de la acumulación de decisiones correctas y del arrepentimiento constante. “…esta vida es cuando el hombre debe prepararse para comparecer ante Dios”

(Alma 34:32). Eso es posible por medio de la expiación de Jesucristo y la obediencia a las leyes y ordenanzas de Su evangelio.

El evangelio restaurado de Jesucristo lo abarca todo, es universal, misericordioso y verdadero. Tras la experiencia necesaria de la vida mortal, todos los hijos y las hijas de Dios resucitarán e irán a un reino de gloria aún más maravilloso de lo que cualquier persona mortal pueda comprender. Con excepción de unos pocos, hasta los más inicuos finalmente irán a un maravilloso —aunque menor— reino de gloria. Todo eso ocurrirá gracias al gran amor que Dios tiene por Sus hijos, y todo eso es posible debido a la expiación y resurrección de Jesucristo, quien “glorifica al Padre y salva todas las obras de sus manos” (D. y C. 76:43).

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